La guerra entre los servicios SVOD está disparada en una realidad en la que sobran plataformas de contenidos bajo demanda y falta dinero para estar suscritos a todas -esto es lo que cuesta ver Netflix, Max, Disney+ y otras al mes, un dineral. Y en esa guerra, sorprender con títulos- espectáculo de cine es un elemento clave.
Y es que, al igual que en el sector de los videojuegos pasa con las consolas, quien tenga el catálogo de exclusivos más atractivo gana el dinero de los usuarios. En este caso, la rebautizada Max y Netflix han estrenado dos blockbusters de peso en sus catálogos. Y a mí me han alegrado el fin de semana, sin duda.
La nueva (HBO) Max y uno de los fenómenos del año: Dune parte 2
Un lanzamiento de peso en un servicio VOD implica estrenos de peso. Esta semana, HBO Max ha vuelto a mejorar su servicio reinventándose con Max, un nombre que elimina a 'HBO' de la cabecera. Max "ofrece a los abonados una renovada experiencia de usuario, entretenimiento de un mayor número de géneros y el doble de contenidos que los disponibles previamente en HBO Max".
Entre ellos tenemos el más importante de Max este 2024, la segunda temporada de La Casa del Dragón, que llega el 17 de junio. Pero justo en el mismo día de debut de Max, la compañía tira la casa por la ventana y nos trae uno de los bombazos de público y crítica del año: Dune Parte 2.
Segunda entrega de un díptico que debe verse como un solo film partido en dos películas, la segunda parte de la ya -a mi juicio- magistral Dune de Denis Villeneuve es una oda que amplía la historia, los personajes y el 'lore' que Frank Herbert creó en su seminal obra. A lo largo de sus más de dos horas y media, el Paul Atreides de Timothée Chalamet evoluciona de heredero caído de la Casa Atreides a Mesías de Arrakis en mitad de un conflicto espacial, político y religioso.
Igual de hipnótica que la anterior -esa BSO de Hans Zimmer que ganó el Oscar-, Dune Parte 2 es una de esas odas a la Ciencia Ficción más filosófica, una 'Space Opera' adulta que rara vez llegan en una época actual de CGI y set-pieces clónicos sin alma. Habrá quien se le atraviese el tempo y sus pocas concesiones a lo que se considera una peli Blockbuster actual -hay acción, pero muy poca en comparación con su metraje-, pero sentarse a ver a Villeneuve es como ver a Nolan, a Anderson o a Lánthimos: acepta su propuesta y déjate embelesar, o cambia de canal y busca otra cosa.
Netflix y el regreso y descalabro de la saga que cambió el cine: la ambiciosa Matrix Resurrections
De la arena de verdad de Arrakis a los paisajes digitales de la Matriz, si tienes Netflix este finde puedes ver uno de esos films puramente libres que se la juegan a todo o nada: o triunfan y se convierten en fenómenos, o se pegan la hostia del siglo, de esas que los ejecutivos del estudio productor recuerdan durante lustros -hola, maravillosa Babylon de Chazelle y Megalópolis de Coppola. Matrix: Resurrections es esto mismo, una peli que te parece una chorrada enorme indigna de llamarse así, o una maldita maravilla.
Lana Wachowski firma en solitario sin su hermana Laura uno de los ejercicios más metas que se han visto al servicio de un film de estudio de 200 millones de dólares. Matrix: Resurrections es un ejercio meta-fílmico en la que Lana, acompañada de un cachondón Keanu Reeves que se presta al juego, deconstruye toda la mitología popular que se ha creado en estos 25 años alrededor de la primera The Matrix (1999), un film esencial porque cambió tanto el género de la Ciencia Ficción como la forma de hacer blockbusters en Hollywood.
Con escenas muy tontas y otras brillantísimas, Matrix Resurrections se la juega riéndose de la seriedad del original, y propone un juego que cabreó a no pocos fans de la trilogía. El problema es que Lana juega al despiste, concibiendo una primera parte satírica y una segunda puritito fanservice que no casan bien. Yo, lo que suelo aconsejar, es que Matrix Resurrections sea vista como lo que es: el epílogo (demasiado largo) de una saga que no terminó en Matrix Revolutions, sino que termina (y empieza) aquí.
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