Siempre que nos compramos un móvil nuevo las primeras semanas tenemos la sensación de que todo va rápido, suave y sin una sola queja. Pasan los meses, quizá un par de años, y ese mismo teléfono empieza a tomarse las cosas con más calma, incluso demasiada calma si me apuras. Y lo peor es que a veces pensamos que somos nosotros, que estamos “malacostumbrados” o que ya va siendo hora de cambiar de dispositivo, pero la realidad es bastante más terrenal: los móviles envejecen, y lo hacen por varias vías distintas que se van acumulando sin que nos demos cuenta y afectando al rendimiento de los mismos.
Detrás de esa pérdida de agilidad no hay magia negra ni conspiraciones para empujarte a comprar el siguiente modelo, sino una suma de pequeños factores que se instalan poco a poco en el día a día a medida que lo vamos utilizando. Y es que, al igual que ocurre con cualquier otro producto que usamos constantemente, el rendimiento no se mantiene intacto, y entender por qué pasa ayuda mucho más que resignarse a que “ya no rinde como antes”.
Por qué tu móvil va más lento con el paso del tiempo
Conforme usamos el móvil, lo vamos llenando de datos, apps, fotos, vídeos y todo tipo de restos que se quedan ahí aunque no los recordemos. Un móvil recién estrenado está prácticamente vacío y eso le permite moverse a sus anchas: tiene espacio para generar caché, para trabajar con soltura y para cargar sin trabas cualquier aplicación. Pero cuando la memoria interna empieza a apretarse, el sistema tiene que dedicar parte de su esfuerzo a gestionar ese caos interno aunque, eso sí, la parte buena es que este problema es el más fácil de revertir: un reseteo de fábrica deja el dispositivo respirando de nuevo y a seguir funcionando.
El otro gran “lastre” llega desde fuera sin que podamos hacer mucho: las aplicaciones y sus actualizaciones. Mientras tu móvil sigue siendo exactamente el mismo desde el día que lo compraste, las apps van creciendo, añadiendo funciones y exigiendo más potencia. Lo vemos especialmente en juegos, que cada vez pesan más y están pensados para lucirse en hardware reciente y esto provoca que, aunque tu móvil no haya empeorado, lo que le pides que haga sí se vuelva más pesado con el paso del tiempo.
Además, a esto debemos añadir que los móviles Android suelen recibir mejoras importantes solo durante unos años, y cuando ese periodo acaba también desaparecen las pequeñas optimizaciones que pulen el rendimiento. No significa que el móvil se vuelva lento de golpe, pero sí que deja de beneficiarse de ajustes que podrían hacerlo funcionar mejor y que, por desgracia, se van reservando a los modelos más nuevos que se van presentando.
Y por último, aunque muchas veces lo pasamos por alto, está el desgaste físico. La batería es la que más acusa el paso del tiempo: pierde capacidad, obliga a cargar más a menudo y, de rebote, hace que el móvil se caliente más de lo deseado. El calor es el enemigo natural del rendimiento, así que cualquier componente que funcione a más temperatura rinde peor. En la mayoría de casos no llegamos a notar un deterioro serio de procesador o memoria, pero si el móvil ha sufrido uso intensivo es normal que esa “fatiga” se traduzca en un funcionamiento mucho menos ágil.
En Mundo Xiaomi | Parece una idea loca, pero quizás Xiaomi e HyperOS sean la mejor noticia para llevar Android a un PC: la pieza del ecosistema que falta por completar
Ver 0 comentarios